Lo que tu dolor de espalda intenta decirte (y no es solo tu postura)

¿Cuántas veces has pensado «es el estrés» o «he dormido mal» para justificar ese dolor de espalda que no te deja en paz? Si bien la postura y el esfuerzo físico importan, desde una visión holística, tu espalda es un mapa de tu vida emocional. Es el pilar que te sostiene, y a menudo, carga con más peso del que imaginas.

La próxima vez que sientas esa punzada, detente un momento y pregúntate:

✨ Si es en la zona lumbar (baja espalda): Esta área está relacionada con el soporte, la seguridad y las raíces. Un dolor aquí puede estar señalando miedos económicos, una sensación de falta de apoyo por parte de tu familia o pareja, o una profunda inseguridad sobre tu futuro. ¿Sientes que estás caminando por la vida sin una red de seguridad?

✨ Si es en la zona dorsal (media espalda): Aquí se alojan las cargas emocionales, especialmente la culpa y la sensación de llevar el peso del mundo sobre tus hombros. Es el lugar donde guardamos el dolor del pasado que no hemos procesado. ¿Estás cargando con responsabilidades que no te corresponden? ¿Hay alguna vieja herida que sigue pesando?

✨ Si es en la zona cervical (cuello y hombros): Esta es la zona de la flexibilidad, la comunicación y el control. La rigidez en el cuello suele estar ligada a la terquedad, a la dificultad para ver otros puntos de vista, o a un exceso de responsabilidad y perfeccionismo. ¿Sientes que tienes que controlarlo todo? ¿Te cuesta decir «no»?

¿Cómo empezar a liberar ese peso?

El primer paso es reconocer que tu dolor es un mensajero. No luches contra él, escúchalo.

  • Respira en la zona: Lleva tu atención y tu respiración al punto exacto del dolor. Imagina que con cada exhalación, liberas un poco de esa tensión acumulada.

  • Pregúntate: Sin juicio, simplemente pregunta: «¿Qué carga estoy llevando aquí?». La primera respuesta que venga a tu mente suele ser la más honesta.

En mis sesiones de Masaje Integrativo y Medicina China, trabajamos precisamente en esto: en liberar esos nudos físicos que guardan historias emocionales. Al combinar el contacto terapéutico con la escucha, permitimos que el cuerpo suelte lo que la mente ha estado sosteniendo en silencio. Porque el verdadero alivio no llega cuando callas el dolor, sino cuando por fin entiendes lo que vino a contarte.

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